En su momento, el estreno de un largometraje producido al cien por cien con animación 3D supuso una gesta solo comparable a lo que Walt Disney y su equipo lograron, 58 años antes, con Blancanieves y los siete enanitos.
En su momento, el estreno de un largometraje producido al cien por cien con animación 3D supuso una gesta solo comparable a lo que Walt Disney y su equipo lograron, 58 años antes, con Blancanieves y los siete enanitos.
Por supuesto, si Toy Story ha pasado a la historia no es por su triunfo técnico, sino por la consolidación de un estudio, la fundación de una manera de contar historias a través de dibujos animados y, bueno, la presentación en sociedad de Woody y Buzz, dos personajes con los que ya han crecido sendas generaciones.
1981
La historia de Toy Story se remonta a casi quince años antes de su estreno en Estados Unidos, fechado el 22 de noviembre de 1995. En su libro To Infinity and Beyond!: The Story of Pixar Animation Studios (Chronicle Books, 2007), Karen Paik cuenta cómo un joven empleado de los Walt Disney Animation Studios –por entonces aún conocidos como Walt Disney Feature Animation– tuvo una caída del caballo camino de Damasco cuando un par de colegas le enseñaron en lo que estaban trabajando. El empleado se llamaba John Lasseter, y el proyecto en sí era Tron, una ambiciosa y vanguardista mezcla de imagen real y animación CGI que no se estrenaría hasta el año siguiente.
Lasseter observó con detenimiento la secuencia de las motocicletas de luz, aún en fase de renderizado, y concluyó que no había visto nada igual en toda su vida. Se pasaría los próximos años intentando convencer a sus jefes en Disney de que le dejasen adaptar La tostadora valiente, novela infantil de Thomas M. Disch cuyos derechos acababan de ser adquiridos por la compañía, completamente en animación 3D, una técnica que tanto él como el animador de personajes Glen Keane consideraron viable desde el punto de vista artístico y comercial, especialmente tras hacer varias pruebas inspiradas en las ilustraciones de Donde viven los monstruos, de Maurice Sendak. Sin embargo, Lasseter cometió un error fatal durante la presentación del proyecto ante las altas esferas: cuando Ron W. Miller, presidente de Disney, le preguntó cuánto costaría animar La tostadora valiente en este formato, él respondió que no sería más caro que una producción tradicional. Entonces fue cuando Miller desechó la idea, argumentando que solo tenía sentido apostar por los ordenadores si podían hacerlo más rápido y más barato. Ese mismo día, John Lasseter recibió la noticia de que había sido despedido.
1984
El prometedor genio de la animación encontró pronto trabajo en LucasFilm, concretamente en Industrial Light & Magic. Allí fue donde se encargó de animar la secuencia del caballero-vidriera en El secreto de la pirámide (1985), que pasaría a la historia como el primer personaje desarrollado íntegramente a través de tecnología computacional e insertado en una película a través de técnicas de láser. El tipo que lo había contratado, Ed Catmull, se convertiría en uno de sus principales apoyos durante el largo camino hacia Toy Story.
1986
El complicadísimo proceso de divorcio de George Lucas lo obliga a vender LucasFilm Computer Graphics, la división de ILM donde trabajaban Lasseter y Catmull, quienes ven la situación como una oportunidad. Tras rebautizarse como Pixar Graphics Group, consiguen atraer la atención de Steve Jobs, quien entra en esta nueva corporación como accionista mayoritario.
1987
El mismo año que La tostadora valiente, versión animación tradicional, llega a los cines (bajo el manto, eso sí, de Hyperion Pictures, con la que Disney tenía un acuerdo de explotación), Lasseter empieza a testar los límites de la segunda versión del Pixar Image Computer, ordenador con el que desarrollaría sus primeros cortometrajes en 3D.
1988
Tin Toy, tercera producción de Pixar, fue todo un riesgo en su momento: la empresa estaba teniendo serias dificultades financieras, por lo que el presupuesto de esta pequeña joya, 300.000 dólares, se consideraba a todas luces excesivo. Lasseter no solo ganó el Oscar a Mejor Cortometraje de Animación ese año, sino que su fábula sobre juguetes con vida propia llamó la atención de Disney. Eran nuevos tiempos en la compañía, con unos nuevos jefazos, Michael Eisner y Jeffrey Katzenberg, mucho más receptivos que aquellos que le despidieron más de cuatro años atrás. Sin embargo, el cineasta ya sabía que le había ganado la partida al establishment disneyiano cuando le mostró su anterior trabajo, Red’s Dream (1987), al legendario Frank Thomas, el miembro de los Nine Old Men más reacio a considerar el 3D como una herramienta de animación válida. Cuando acabó la proyección, Thomas simplemente estrechó la mano de Lasseter y le dijo: “John, lo has conseguido”.
1991
El plan original de Eisner era volver a contratar a Lasseter como empleado del estudio, a lo que él se negó en redondo por lealtad a Catmull y Jobs (y, quizá, también por temor a que se la volvieran a jugar). La Casa del Ratón acababa de devolverle los derechos de Pesadilla antes de Navidad (1993) a Tim Burton para que pudiera rodarla fuera de Burbank y bajo sus propios términos, de modo que ya había aprendido una lección esencial para su supervivencia durante los años noventa y más allá: no intentes imponerte a los autores, llega a acuerdos con ellos. En el caso de Pixar, se tradujo en un contrato donde se especificaba que Disney le encargaba la compañía la producción un largometraje inspirado en Tin Toy… sobre la que ella tendría el absoluto control creativo. Oh, y le pagarían a Lasseter y los suyos el 12,5% de las entradas vendidas. Pixar conseguiría mejorar sustancialmente las condiciones del acuerdo en un futuro, pero de momento esto fue suficiente como para ponerse a trabajar en lo que ya se empezaba a conocer como Toy Story.
1992
El proceso de escritura de la película duró más de un año y, como seguramente sepas, el primer borrador que entregaron Lasseter, Pete Docter y Andrew Stanton no tiene prácticamente nada que ver con el resultado final. O sea, ¡Woody era el villano! Los ejecutivos de Disney no acabaron de ver una historia aún protagonizada por Tin Toy y tan obsesionada con los anhelos secretos de los juguetes (eran capaces de cualquier cosa por lograr que un niño quisiese jugar con ellos) que acababa resultando deprimente. Katzenberg fue quien les sugirió a los guionistas le idea de transformarlo en una película de colegas, quizá utilizando la fórmula de “extraña pareja” que tan bien suele funcionar en animación. ¿Y si de repente llega un juguete que no sabe que es un juguete? ¿Y si el vaquero deja de ser un energúmeno para transformarse en un líder que ve peligrar su posición ante las novedades en el cuarto de su dueño? Pixar contrató a diferentes manos, incluidas las de Joss Whedon y Alec Sokolow, para dar forma a lo que acabaría siendo la historia de dos juguetes, Buzz Lightyear y el ahora bonachón Woody, extraviados y peleados, pero finalmente encontrados.
1993
Después de que Disney aprobase el guión definitivo, pero antes de que empezara el largo proceso de animación, Pixar empezó a redactar su lista de deseos para el cásting vocal. Tras verlo en Ellas dan el golpe (1992), Lasseter supo que quería a Tom Hanks como Woody, debido a que su carisma natural y su capacidad para transmitir emociones solo con palabras lo pondría del lado de la audiencia incluso cuando su personaje se dejase llevar por los celos. La opción de Katzenberg era un tanto más conservadora: Paul Newman, quien finalmente acabaría trabajando con Pixar en Cars (2006). Sin embargo, unas pruebas de animación sincronizadas con diálogos de Hanks en Socios y sabuesos (1989) fueron suficientes para convencer a todo el mundo, incluido el propio actor, de que solo podía ser él. Buzz le fue ofrecido a Billy Crystal antes que a Tim Allen, entonces en la cresta de la ola gracias a la serie Un chapuzas en casa (1991-1999), pero el primero lo rechazó. Cuando vio la película, Crystal procedió a pedirle perdón a Lasseter y a implorarle que lo tuviera en cuenta para próximos proyectos, razón por la que fue contratado como Mike en Monstruos S.A. (2001).
1994
Los veteranos de Pixar siempre recordarán el proceso de animación de Toy Story como una batalla campal entre ellos y Katzenberg, consumido por su visión de una película de dibujos animados llena de chistes y referencias para seducir al público adulto. Es decir, de lo que finalmente acabaría consiguiendo en Shrek (2001), pues Lasseter y su equipo intentaron frenar todo lo posible sus notas durante la producción. Sin embargo, esta seguía siendo la película de Disney, por lo que en un principio no tuvieron más remedio que plegarse a sus órdenes, por mucho que sintiesen que estas acababan convirtiendo al personaje de Woody en un perfecto cretino (algo que el propio Hanks expresó en voz alta durante sus sesiones de grabación).
Pixar le mostró algunos reels a la cúpula de Disney a finales de 1993, durante una jornada que pasaría a la historia de la compañía con el nombre de “Viernes Negro”. En otras palabras: fue un absoluto desastre, lo que obligó a Katzenberg a frenar en seco la producción hasta comienzos del año siguiente, mientras varios ejecutivos le sugerían a Eisner que cancelase una aventura demasiado cara y condenada al fracaso. Y si Steve Jobs no hubiera acudido por segunda vez al rescate, ofreciéndose a financiar personalmente el relanzamiento de Toy Story (pero sin inmiscuirse en el proceso creativo), la historia habría acabado aquí. Whedon le dio su último repaso al guión, asentando para siempre al personaje de Woody como alguien esencialmente benévolo, y Katzenberg volvió a dar luz verde a Pixar en febrero de 1994, no sin antes prometerles que intentaría no visitar demasiado sus oficinas.
1995
El trabajo de un total de 110 personas, incluyendo 27 animadores, 22 directores técnicos más de 60 artistas e ingenieros, acabó dando sus frutos a mediados del 95, por lo que podría estar listo para llegar a los cines en temporada navideña (en España, sin embargo, tuvimos que esperar hasta marzo de 1996). Lee Unkrich, quien comenzó en Pixar trabajando como montador en Toy Story, recuerda que el proceso fue especialmente arduo, sobre todo en lo que respecta al cuarto de Sid y a las escenas en las que tortura a sus muñecos. Nadie quería que la primera película de animación en tres dimensiones fuera demasiado siniestra o extraña, de modo que se pasaron varios meses intentando equilibrar esa inmersión en la oscuridad del segundo acto. En cuanto a Jobs, estaba tan encantado con la película que organizó pases privados de algunas copias de trabajo para familiares, amigos y socios comerciales, pero siempre fue crítico con el final. Tras hablarlo con Michael Eisner, ambos llegaron a la conclusión de que el último plano debía contener a Buzz y Woody, por lo que Lasseter cambió la escena que tenía en mente, donde el público escucharía ladrar a un perro durante un plano de situación de la casa de Andy, a una de sus protagonistas reaccionando a la noticia.
El último bloque fundacional en construirse fue su banda sonora, por la que Pixar también tuvo que pelear bastante. Disney insistía en que la película debía ser un musical, pero sus creadores no estaban de acuerdo. Fue necesario alcanzar un compromiso: Randy Newman escribiría algunas canciones no diegéticas sobre la trama y los sentimientos de los personajes, pero ellos no las cantarían. Era un formato nuevo para la Casa del Ratón, más acostumbrada a la fórmula de La Sirenita (1989), pero accedieron. Ni qué decir tiene que temas como You’ve Got a Friend in Me o I Will Go Sailing No More son considerados hoy en día no solo clásicos en el repertorio de Newman, sino algunas de las piezas musicales más famosas de la historia del cine.
1996 y hasta el infinito
Y más allá, claro. Cuando Toy Story se estrenó al fin en cines, los niños y niñas de todo el mundo no vieron un triunfo de la tecnología aplicada al cine, sino una obra maestra de la animación. Sin más. La crítica se deshizo en elogios, el público acudió en masa a los cines y la Academia le concedió a Lasseter un Oscar especial por su gesta. A la hora de diseñar una secuela, Disney apostó por el camino tradicional (encargársela a uno de sus equipos especializados en directos a VHS), pero Pixar peleó por el legado de sus personajes y acabó estrenando una película, Toy Story 2: Los juguetes vuelven a la carga (1999), igual de compleja, humana y brillante. Fue el comienzo de la leyenda de Pixar, uno de los estudios de cine más significativos de la historia.
Disney estuvo a punto de perderlos a mediados de los 2000, pero Lasseter finalmente se quedó en el lugar que lo vio crecer como animador. Y obtuvo su venganza al ser nombrado CEO de Walt Disney Animation Studios, el mismo lugar del que le despidieron a principios de los ochenta por atreverse a pensar más allá de los límites establecidos. Su historia de éxito tuvo un giro turbio y doloroso en 2017, tras el testimonio de varias empleadas que sufrieron su acoso durante años, pero Toy Story no es simplemente la historia de John Lasseter, sino la del centenar de personas que lleva trabajando en la saga desde el año 1991. Buzz, Woody y el resto de la pandilla han visto crecer ya a dos generaciones, algo que las últimas entregas reflejan incluso a nivel argumental. También cambiaron para siempre el rostro de la animación, contribuyendo a que la industria diese el salto desde el dibujo a mano hasta el universo digital. Existen, en suma, pocos estrenos tan importantes como Toy Story, un bello canto a favor de la concordia entre seres antitéticos que lleva ya 25 años formando parte esencial de nuestro inconsciente colectivo.