Vivimos en un siglo en el que, obsesionados hasta el sonrojo con nuestra apariencia en las redes sociales, parecemos en permanente búsqueda de nuestra identidad. Parece una de las razones por las que todos los que conocimos su obra, estamos en absoluto shock por la repentina muerte de Sophie
En ese contexto, la artista ha cumplido una labor primordial, como si en su propia búsqueda de sí misma nos hubiéramos visto reflejados. Es difícil de olvidar el día que pudimos verla por primera vez en el vídeo de ‘It’s Okay to Cry’ (2017), después de varios años de misterio y fotos extraídas de sesiones, sin la mínima luz, en las que su rostro se hacía sencillamente irreconocible. Muchos lo asociaron a una estrategia de márketing emparentada con los cascos de Daft Punk, el mítico selfie de Burial o la cabeza de ratón de Deadmau5. Pero aquí había algo más. Un mensaje.
En aquel clip SOPHIE se llevaba las manos a la cara, se tocaba sus propios labios pintados y se abrazaba a sí misma como en busca de su propio reconocimiento. Algo que ocuparía parte de las letras de su disco ‘Oil of Every Pearl’s Insides‘, donde ‘Pretending’ hablaba simplemente sobre haber «fingido» toda la vida, y ‘Faceshopping’ realizaba un gran juego de palabras entre Facebook, Photoshop y consumismo. Explicaba el año pasado en un amplio reportaje para la revista que justo responde al nombre de «The Face»: «Este tema es sobre cómo te presentas a ti misma. ¿Eres tú lo que ves en el espejo? ¿Eres la persona que miras en el espejo? ¿Estás realmente en algún punto detrás de todo eso, observando toda la situación? Es sobre intentar averiguar dónde reside tu yo genuino. Es una especie de captura de cómo me sentía dentro de mi cuerpo en un momento particular, con todas las presiones que tiene todo el mundo, simplemente existiendo o desarrollando una especie de personaje público. Es un debate que tiene lugar en mi cabeza, con las mismas preguntas todo el rato, que consideras y sigues considerando».